Queridos ex compañeros de clase

Hoy voy a escribir esta entrada desde el enfado y la incomprensión.

Desde el día que abandoné mi antigua vida, aquella que estaba llena de coacciones, chantajes, días grises y dolor constante, he tenido que reinventarme o morir.

Es difícil saber que todavía puedes reponerte a todo aquello que te dejó en estado vegetativo, sin ganas de vivir ni de seguir experimentando lo bonito de la vida, pero en mi caso lo he conseguido y me considero muy afortunada.

¿Sabéis quién me ayudó entonces? Nadie.

En mi casa y en mi entorno, pocos sabían que se había apagado mi brillo natural. Tampoco era yo consciente de lo importante que era explicar esa especie de pesadilla que había hecho mía y solo mía. Disimulaba, aprendí a hacerlo y a llevar en silencio mi complicada situación. Error. Error muy grande por mi parte.

Al contrario de lo que mi cabeza creía, el mundo opinaba y lo hacía a mis espaldas. Hace unos meses tuve una charla bastante íntima con un ex compañero de clase y a pesar de ser realista y punzante, se quedó posada en el fondo de la taza de café que me estaba tomando. Sus palabras se metieron en mis sienes sin poder salir hasta hoy.

-Quiero explicarte algo Laura. Sé que ha pasado tiempo y que quizás meta la pata, pero no me lo tengas en cuenta, yo fui uno de los que se levantaba y se iba cuando los rumores tomaban la mesa.

Mi cara se quedaba inexpresiva por momentos y algo me decía que lo que iba a soltar en el resto de su «confesión» podría hacerme daño, pero acepté oírlo con expectación.

¿Recuerdas las cenas de antiguos alumnos de clase? No viniste a ninguna pero yo estuve en todas. Me dolía escuchar a ex compañeros opinar tan fríamente sobre los rumores de malos tratos que amenizaban las reuniones. No solo yo, algún otro compañero o compañera pusieron el grito en el cielo y acababan abandonando la velada.

Mi corazón se encogió unos segundos. No sentí vergüenza, no sentí rabia, sentí pena e impotencia.

-Es decir, todo el mundo cotilleaba pero nadie se atrevió nunca a pensar que quizás estaría muy bien hablar conmigo, ya no por morbo, por ayudarme…

-Sí, pero quiero que sepas que algunos nos íbamos porque no estábamos de acuerdo en ser cómplices de aquella burla. Otros reían como si estuvieran contando un chiste. Quiero pedirte perdón por no actuar en su momento, por ignorar aquellos supuestos malos tratos.

Y ahí se quedó esa conversación. No quise remover, pero confieso estar muy enfadada.

¿Sabéis que ex compañeros? Estoy viva y feliz y a pesar de darme cuenta mucho después que vosotros, salí de aquel infierno. Tenéis suerte de no tener que haber asistido al funeral de vuestra compañera de clase, muchos de esos días en los que vosotros cenabais tan tranquilos, yo pensaba en quitarme la vida porque aquella pesadilla era insufrible.

Muchos de vosotros habréis tenido una vida «normal», afortunados. Yo en cambio he tenido que reconstruirme poco a poco y a sabiendas de que el resto de la humanidad no era consciente del arduo trabajo personal que eso conllevaba.

Parecía una zombie, estaba anulada, no tenía vida social…eso decíais y os quedabais más a gusto que un arbusto ¿verdad?

Yo me di cuenta que parecía una zombie una vez acabó todo, pero si alguien hubiera visto antes (como vosotros) un mínimo de peligro le hubiera agradecido que me ayudara.

No os perdono, no puedo, solo os recomiendo que si volvéis a coincidir en la vida con otra mujer que está perdida, NO la ignoréis, ayudadla.

Deja un comentario