Si lo Crees, lo Creas

Últimamente, y a modo de mantra, me ha aturullado la cabeza una pregunta de difícil respuesta; ¿Dónde está el límite? ¿Cuál es el punto de inflexión exacto?

Después de haber vivido unas cuántas experiencias heavys en poco menos de diez años, después de llevarme desengaños imposibles de imaginar y después de todo lo que ya sé, sigo cuestionándome donde está el límite, mi límite.

Conmigo se han despachado a gusto amistades, familiares, parejas y personas conocidas. No han sido una, dos ni tres las personas que han sabido aprovechar la oportunidad de cruzarse conmigo, calarme y sacar algún beneficio a cambio. Hablo desde un punto de vista extracorpóreo, es decir, me veo desde fuera y no tiene nada que ver con lo relacionado al viaje astral que todos conocemos. No tengo la marciana capacidad de sustraer mi Yo fuera de mi, no, (aunque a veces me encantaría poder hacerlo y disfrutar de algún islote perdido en medio del pacífico la verdad), hablo desde una perspectiva creada con el paso de los años y de las experiencias.

Me considero una persona de intelecto normal, no demasiado inteligente pero sí muy lista, que no es lo mismo. Desde pequeña he fracasado en matemáticas y soy incapaz de hacer una división mental de más de dos cifras. Soy bastante terrenal y no puedo imaginarme cual es el límite de una ecuación elevada a infinito por más profesores particulares que me lo hayan intentado explicar. Soy de las que cree que cuando alguien no es válido para algo forzosamente debe despuntar en otro campo. Todos tenemos algo que nos diferencia de los demás, algo único e intransferible como el DNI. Me he visto obligada a echarle imaginación a las cosas demasiado cuadradas para poder llegar a los mismos resultados que los demás conseguían solo con dos minutos de lápiz y papel. Hacer el doble para conseguir la mitad… Las mates me bajaban siempre la media en todo hasta que pude despedirme de ellas en bachillerato. ¡Qué alivio! Empecé a dedicar mi tiempo 100% a todo aquello que me gustaba de verdad. Sabía que jamás podría estudiar algo que no me apasionara y confiaba mucho en mi. Han tenido que pasar muchos años hasta llegar a la conclusión de que destaco en cosas únicas, quizás no relevantes para la mitad de la población mundial, pero son mi identidad y he sabido darme cuenta.

Está claro que los números primos no van conmigo, pero poseo algo que pocas personas tienen , y si lo tienen lo tienen muy dormido. Yo le llamo mi sexto sentido o algo así. Una especie de intuición que va más allá de mis posibles conocimientos. Es cierto que desde bien chiquita me cuentan que me he volcado en ayudar a todo el mundo humano y animal de una forma altruista. En mi familia adoran a las personas y a los peludos y han sabido transmitírmelo, pero el darte en pleno a algo en lo que crees, por que lo crees y nada más, porque no hace falta que lo pienses demasiado, con eso, con eso sigue alucinando hasta mi madre a pesar de ser la espectadora número una de mi desarrollo como persona.

Puede parecer en ocasiones hasta divertido estar hablando de algo y coincidir con otro algo que no venía para nada a cuento, pero yo lo considero una tremenda arma de doble filo. Me ha causado ya demasiados problemas la forma de expresar mis sentimientos o emociones, miles de coletillas sinceras que podría haber evitado, o quizás no. Sí es verdad que por la boca muere el pez, pero también es cierto que de tanto jugar con fuego aprendes a no quemarte. Mi manera de luchar para conseguir algo que creo que tengo que alcanzar no es ambición. No, porque a cambio debo tragarme muchos ataques y muchas tomaduras de pelo. Abrirte en canal es chulo cuando has logrado el nivel chubasquero, o también conocido como el: me resbala todo lo que opinen de mi. Para dominar la difícil técnica de saber encajar las críticas y opiniones solo quedándote con aquellas que son constructivas y no destructivas, necesitas un máster.

Esta forma de ser puede parecer extraña pero si no es por ella supongo que tampoco estaría escribiendo estas líneas. Me considero una superviviente de las duras. He sabido amortiguar todos los puñetazos en la boca del estómago que he ido recibiendo, todos con mis manos atadas y sin poder defenderme, pero siempre he intuido que la vida me deparaba cosas muy especiales. Y esa gran capacidad que tengo de luchar, de entregarme, de creer en mi intuición, me ha ayudado a llegar a donde estoy hoy. Estoy haciendo una de las cosas que más me gustan, escribir. Siempre lo he hecho, pero quizás de otra manera más intima, más vetada y coartada de libertad. Todavía recuerdo con lágrimas en los ojos el día que le di al botón de suprimir y seguidamente al botón de vaciar papelera. Miles de líneas se fueron en un segundo. Sentimientos, relatos que escribía, vivencias que ya no recuerdo, las eliminé en un solo click. Cometí el mayor error de mi vida cuando me dejé convencer que yo no servía para mucho más que para quejarme de mi dolor físico, que por aquel entonces era insufrible. Hoy me consuelo pensando que dentro de aquellas líneas también habrían muchos episodios desagradables que son mejor enterrar en el olvido.

Y sigo preguntándome; ¿Dónde está el límite justo para darlo todo y saber recibir de todo sin que te haga daño? Pues no lo sé la verdad, pero tampoco me importa porque tengo la gran capacidad de creer en mi, y eso chicos es algo que no todo el mundo sabe hacer. ¿Estaré madurando?  😉

Si crees en ti, puedes con todo. Si lo Crees, lo Creas.

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